El Destacado de esta semana...
ESTÁ DE MODA DE SER DELGADO
Por Gabriel García Marquéz
Sí, está de moda en casi todo el mundo, y aun en el tercero, donde a tantos seres humanos les cuesta tanto trabajo comer para sobrevivir. Hace unos años, los artículos más leídos en periódicos y revistas eran los relacionados con el cáncer. Ahora lo son los que hablan de la dieta, entendida ésta como las restricciones alimenticias para adelgazar y no como "un régimen que se manda observar a los enfermos o convalecientes en el comer y el beber", según la inefable descripción del diccionario de la Academia. Los libros sobre esta materia son cada día más numerosos y solicitados. En las reuniones sociales, más que la política y los signos del zodiaco, las conversaciones sobre métodos para recobrar la línea son casi obsesivas. Siempre hay alguien que pretende haber encontrado una dieta ideal -e irreal, por supuesto-, que permite adelgazar como una gacela sin ningún sacrificio. Se reparten copias entre los amigos. Se cuentan puntos de calorías, se habla de comida antes de comer, y cuando se llega a la mesa se tiene tanta hambre que hay un acuerdo unánime: "Hoy no hago dieta, empiezo el lunes". Hay quienes no sólo cuentan puntos sino que pesan los alimentos en la mesa con un granatario de farmacéutico.
La duración de las conversaciones telefónicas aumenta porque hay un tiempo suplementario destinado a hablar de la dieta. A veces le invitan a uno a comer, y el anfitrión es tan discreto que decide cocinar para que nadie engorde y se termina comiendo peor que en el hospital.
Al cabo de tantos años de estar viviendo dentro de esta logia de dietistas puedo sacar algunas conclusiones generales. La más curiosa, desde luego, es la de que los hombres son mucho más obsesivos que las mujeres por la conservación de su línea, sobre todo después de cierta edad. Parece ser que las mujeres renuncian más temprano. Recuerdo una amiga esclava de su silueta que, en medio de la pachanga ruidosa y multitudinaria de sus treinta años, me dijo: "El sueño de mi vida es cumplir los sesenta para poder comerme todo lo que me dé la gana". Es probable que cuando los cumpla -y el día está lejano- se sienta atravesando una segunda juventud, y entonces sea más intensa que ahora su ansiedad por mantener el peso. Pienso, en cambio, que los hombres tenemos el sentimiento contrario, y que, a medida que nuestra vida avanza, tenemos una mayor preocupación por no parecer más feos de lo que Dios nos hizo.
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Tomada de http://www.vitonica.com |
Los fabricantes de alimentos y los propietarios de restaurantes empiezan a preocuparse. Acabo de comprobar que en Italia hay una campaña publicitaria para convencer a los clientes de que el plato nacional, o sea, las pastas en todas sus formas, tiene la virtud mágica de no engordar si se las come solas. En todo caso, durante muchos años seguidos, y nunca fue desmentido que la cantante de ópera de peso completo, María Callas, que en sus mocedades pesaba casi cien kilos, recobró su figura corporal para siempre con una dieta drástica de espagueti. La creencia de que las pastas no engordan si se comen solas está muy generalizada en Italia. Sobre todo entre la gente de cine, que es la que más tiene que cuidar su apariencia para vivir. Sin embargo, Mónica Vitti es una de las mujeres más bellas y esbeltas que conozco, y la he visto comerse dos platos de espagueti a la putanesca y un conejo entero con berenjenas y, enseguida, dos kilos de helado de crema, mientras veía en la televisión una película de pandilleros. Nunca he podido saber, y siempre he olvidado preguntárselo, si la cara de complacencia infinita con que miraba la pantalla era por el placer del helado después de haber comido tanto, o por la felicidad con que los bandidos ametrallaban a los policías.
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Tomada de http://www.banrepcultural.org |
Menos mal que otro artículo sobre el mismo asunto, publicado hace poco en el New York Times, dice la misma cosa, pero vista por el lado positivo: una dieta acertada puede prolongar la vida más allá de los límites imaginables: "Si la respuesta del ser humano a la restricción de los alimentos fuera similar a la de los animales de laboratorio", dice el artículo, "la duración máxima de la vida podría extenderse hasta 140 años, y el promedio actual de vida podría aumentar a más de 120".
Nada me gusta más en este mundo que comer. Tengo la inmensa suerte de que ningún problema me quita el hambre, sino todo lo contrario, me la estimula. Hasta el punto de que en una mala época puedo estar comiendo sin pausas durante todo el día. Además, quedo encerrado, entonces, en un triángulo vicioso: cuando no me está saliendo bien lo que escribo, caigo en cierta desmoralización que me produce un hambre insaciable, y de tanto comer para tratar de saciarla termino por engordar sin ningún control, y esta gordura me produce un estado de desmoralización que me impide escribir bien.
De modo que tengo razones científicas, inclusive profesionales, para preocuparme por las dietas. Pero no creo mucho en ellas, porque me parece que todo lo que entra por la boca engorda, así como me parece que todo lo que sale de ella envilece. Es un mal destino: haber pasado la mitad de la vida sin comer porque no tenía con qué, y tener que pasar igual la otra mitad, sólo por no engordar.
Tomado de " Notas de Prensa" 1980-1984, Mondadori, 1991.
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