Borges y los periódicos
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Tomada de http://www.diariodecultura.com.ar/ |
El escritor Jorge Luis Borges odiaba los periódicos. Decía que le parecían objetos inútiles porque sus páginas estaban llenas de noticias insignificantes. Según él, bastaba con que se publicara un diario cada 400 ó 500 años, cuando ocurrieran sucesos realmente importantes para la humanidad y la gente pudiera leer titulares como éstos: “Ayer Cristóbal Colón descubrió América” o “Bizancio cayó en manos de los infieles”.
A Borges le gustaba borrar pistas de sus personajes no sólo en sus cuentos sino en su vida. Por eso nunca confesó a lo largo de su vida, en ninguna entrevista, que él había trabajado en un periódico. ¿Borges periodista? Cuando algunos estudiosos de su obra le preguntaron por detalles de la época en que trabajó en la “Revista multicolor de los sábados”, publicada por el diario Crítica, de Buenos Aires, él se limitó a decir varias veces que sus tareas en la revista no sobrepasaron las de un modesto colaborador.
Parece
que Borges prefería evitar esos recuerdos. Sin embargo, alguna vez llegó a
reconocer que el verdadero comienzo de su carrera de escritor se sitúa entre
los años 1933 y 1934, cuando publicó la serie de cuentos recogidos en su libro
“Historia universal de la infamia”, aparecido en 1935. Pues bien:
gracias a un trabajo cuidadoso y ejemplar realizado por Nicolás Helft, con el
apoyo del Fondo Nacional de las Artes, en Argentina, ha salido a la
luz pública la edición completa de la “Revista multicolor de los sábados”, un
suplemento cultural editado entre 1933 y 1934 por el diario Crítica. Hasta
1991, la “Revista multicolor de los sábados” estaba guardada en archivos
vedados incluso a los especialistas por la carencia de ejemplares y por el
deterioro de muchos de ellos. El material fue bellamente compilado en un libro
que reproduce algunas de las páginas impresas con los mismos colores de las
ediciones originales del diario y un CD-ROM con la totalidad del contenido de
la revista. La primera sorpresa para los lectores desprevenidos es ésta: la
revista fue dirigida por Ulyses Petit de Murat ¡y Jorge Luis Borges! La
segunda: hallar en sus páginas amarillentas algunos de los cuentos de “Historia
universal de la infamia”. La tercera: leer las traducciones de algunos de los cuentos
de autores ingleses y orientales de la “Antología de la literatura fantástica”
que Borges publicó años después con ayuda de Adolfo Bioy Casares y Silvina
Ocampo.
Según
Horacio Salas, Borges llegó al diario Crítica por sugerencia del director del
periódico, Natalio Botana. Crítica era un gran periódico popular de tinte
amarillista que publicaba crónicas policiales, historias de grandes crímenes, y
noticias del fútbol y las carreras de caballos. Borges tenía entonces 34
años y hacía diez que había publicado su primer libro, “Fervor de Buenos
Aires”. Botana le propuso al periodista Ulyses Petit de Murat dirigir el
suplemento cultural y sugirió el nombre de Borges como copiloto. Petit de Murat
cuenta que recibió la sugerencia con algunos prejuicios: “¿Borges aceptaría, no
digo ya a Botana, sino a un tipo de trabajo nervioso, en el que los minutos
cuentan, hay que hacer muchas diligencias y acciones que pertenecen más al oficio
que al intelecto? ¡Ese Borges que pedía diez días para concretar una respuesta
de quince líneas a una entrevista cualquiera, que ponía un adjetivo y sacaba
otro, insaciablemente, todas las santas tardes de Dios!”
Salas
dice que Botana buscaba un tipo especial de redactor: “el que iba al taller y
conocía de memoria el catálogo de tipos, la posibilidad de titulación, los que
suministraba la máquina Ludlow. Borges había estado en imprentas de libros pero
prontamente se asimiló a las que daban tarea a las gigantescas rotativas Hoe.
Hizo rápida amistad con linotipistas, matriceros y diagramadores”. Según Salas,
contra todos los pronósticos, Borges cumplió a cabalidad con sus obligaciones y
disfrutó su nuevo oficio, gracias al afecto con que lo recibieron varios
compañeros de la revista “Cuadernos de Martín Fierro” que ahora eran
periodistas, y gracias, sobre todo, a la genuina amistad que trabó con
Francisco Loiácono, cronista policial del diario, apodado “Barquinazo” porque
caminaba contoneándose como un borracho. Borges escuchaba con gusto y atención
sus historias criminales e intercambiaba con él leyendas de guapos que había
recogido entre los amigos de su padre y en largas conversaciones con
guardaespaldas jubilados a los que entrevistó para escribir su biografía del
poeta Evaristo Carriego.
Botana
exigía que los directores del suplemento también publicaran textos propios al
menos cada dos semanas. Esto obligó a Borges a inventar ficciones que todavía
estaban muy ligadas a sus lecturas: los cuentos de “Historia
universal de la infamia”, publicado en 1935 por el sello editorial
Tor. Salas dice que los cuentos de este libro, en realidad, fueron
el inicio de un camino de narrador que Borges siguió cuando escribió “Pierre
Menard, autor del Quijote”, primer cuento enteramente suyo y que él dictó a su
madre durante la convalecencia de una septicemia provocada por un accidente que
estuvo a punto de causarle la muerte. El accidente ocurrió en el año 1938.
Borges habla de él en su cuento “Sur”. En el relato, la historia le
sucede a Juan Dahlmann, un secretario de una biblioteca municipal de Buenos
Aires que llega a una vieja casa en una estancia del Sur, ansioso por leer un
libro: “Ciego a las culpas, el destino puede ser despiadado con las mínimas
distracciones. Dahlmann había conseguido, esa tarde, un ejemplar descabalado de
las Mil y una Noches de Weil; ávido de examinar ese hallazgo, no esperó que
bajara el ascensor y subió con apuro las escaleras; algo en la
oscuridad le rozó la frente ¿un murciélago, un pájaro? En la cara de la mujer
que le abrió la puerta vio grabado el horror, y la mano que se pasó por la
frente salió roja de sangre. La arista de un batiente recién pintado que
alguien se olvidó de cerrar le había hecho esa herida”. Después de una larga estadía
en el hospital, acosado por las fiebres, el cirujano que le salvó la vida le
dijo que había estado a punto de morir de una septicemia. El hombre –igual que
Borges- se puso a llorar.
Un
paso fugaz por la redacción de uno de los diarios que tanto odiaba y un golpe
mortal con el ala de una ventana en medio de la oscuridad: son dos episodios
casi desconocidos en la vida de
Jorge Luis Borges. Ninguno de ellos mereció un titular de un periódico. Y
cambiaron su vida.
Escrito por Juan José Hoyos
Publicado en la Revista Sole
Septiembre 23 de 2011
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