A bordo del Magdalena
Museo del Río Magdalena- Honda, Tolima. |
Detrás de las casas de colores
está la casona que la engalana un imponente árbol. La sombra calma el calor de
la mañana, se ahuyenta el ruido y la bandada de hojas secas arrastran el camino
de las personas que visitan el Museo del Río Magdalena, situado en Honda
(Tolima) Colombia y construido en el año 199o.
Estando dentro del ‘Cuartel de la
Ceiba’, como se llama la casa del museo, la serenidad se posa por las
rendijas y se cuela por los tobillos, han pasado bastantes años desde que la
edificación era la Bodega Real y puerto fluvial en el siglo XVII, donde entraba
y salía la mercancía del Nuevo Reino de Granada, además, junto al puerto de Cartagena conformaban los únicos del país. No obstante, embarga un silencio, casi siempre pasa lo mismo en los lugares con cargas históricas devastadoras, como
si los tímpanos del espacio se hubieran roto después de tanta algarabía del pasado.
Una de las salsas del Museo del Río Magdalena. |
Ese día de la visita los objetos
del museo pertenecían más a la inquietud de la soledad, que a los ojos curiosos.
Un hombre y una mujer indicaron el camino hacia las salas; en la primera hay
enseres de navegación de antepasados indígenas, luego se encuentra la sala más grande que desmiente la tierra y el tiempo: escuchamos el mareo del
río, la indumentaria del barco y los vientos que se abren paso hasta estancarse
en el sudor de los trabajadores a bordo.
Retratos de personas que trabajaron en las embarcaciones del Magdalena. |
En toda una pared hay fotografías
de hombres en blanco y negro, quienes hicieron parte hace muchos años de las
embarcaciones del río Magdalena. Cada uno de ellos lleva el sello de la República de
Colombia- Intendencia Fluvial del Alto Magdalena-Giradot, parecen altivos y
sedientos de rumbos que contagian con olvidarse. Morenos, negros y blancos, jóvenes o
demasiado jóvenes, casi niños, engalanados con sombrero, la mirada al infinito
o los ojos asustados, quizás pensando en el viaje que vendrá.
Marineros, fogoneros, cocineros, contramaestres o mecánicos que hicieron posible que la embarcación llegara a su destino y fuera un éxito la entrega de la carga, a pesar del temperamento del Magdalena. Por lo tanto, el museo busca reconocer los rostros del río y sacarlos a la luz para que den cuenta de la importancia patrimonial, porque afortunadamente existen las cédulas de navegación y las licencias que acreditan los oficios de cada uno de los hombres que pisaron un barco
Marineros, fogoneros, cocineros, contramaestres o mecánicos que hicieron posible que la embarcación llegara a su destino y fuera un éxito la entrega de la carga, a pesar del temperamento del Magdalena. Por lo tanto, el museo busca reconocer los rostros del río y sacarlos a la luz para que den cuenta de la importancia patrimonial, porque afortunadamente existen las cédulas de navegación y las licencias que acreditan los oficios de cada uno de los hombres que pisaron un barco
Cédula fluvial para el visitante. |
El que visite el lugar podrá ser un marinero, pues bajo los retratos de los
navegantes hay una gran mesa con copias de la cédula de navegación, para que los
visitantes escriban su nombre y el cargo que quiera para trabajar en el barco, hay
que firmarlo y colocar el sello del Museo del Río de Magdalena. A su vez, se encuentran sobres de correspondencia con papeles en blanco en su interior, para escribir todo lo que el
visitante desee acerca de la experiencia de conocer el museo o sobre cualquier cosa, y mandárselo a alguien para que se anime a visitar el museo. Por eso, este lugar revive el ánimo de volver a escribir una carta,
recordar los viajes de los abuelos y desempolvar el álbum familiar.
Correspondencia en una mesa antigua del museo. |
Los objetos se graban en los
recuerdos de una época que uno no vivió…Maletines, bastones, cámaras
fotográficas, botellas de gaseosa, tazas de café, fotografías antiguas y el
ruido constante de estar pasando por las espesas aguas del río, porque hay una
tarima que simula un barco y está frente a una pantalla que muestra imágenes de
navegación. Entonces, es sólo concentrarse en las imágenes, colocar las manos
en el timón y sentir cómo va alejándose todo.
Lugar para hacer una pausa en el museo. |
Al salir
de la sala de embarcación la luz se proyecta en la conciencia del tiempo, los
gatos adormecidos con el sol, una mecedora habla de la intensidad del viento, las
rejas del museo hacen geometría en las paredes, el corredor tiene la apariencia
de un viaje que lleva media hora de haber partido. Entonces el ‘Hasta luego’ de
las personas que trabajan en el museo, afuera los caminos empedrados de Honda
se cruzan para partir, atrás quedan los rostros del río Magdalena.
Escrito y fotografías por Estefania Almonacid Velosa
Junio-2016
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