Rulfo breve
Tomada de |
Ahora Juan Rulfo está dispuesto a responderlo todo. Ha sido una insistente cacería de treinta y seis horas detrás de este escritor tímido y hermético que llegó hace dos noches a Cali, pálido, delgado,diminuto en la desmesura de su traje oscuro, como enganchado a la brisa tibia del domingo, para ser amable en ciertos momentos y encerrarse luego con sus fantasmas en una habitación de hotel, la 716 del Intercontinental.
De ahí no la ha podido sacar nadie sino su colega Alvarez Gardeazábal para llevarlo a cumplir el rigoroso horario del congreso de escritores, en el que también participan el español Camilo José Cela y el argentino Manuel Puig. Lo hemos visto dormirse en un palco del teatro municipal, parapetado en el disimulo de un gesto reflexivo, las manos puestas sobre la frente, mientras todos navegábamos en aquel sofoco del mediodía y los narradores hablaban en el escenario de un fenómeno llamado García Márquez. También hemos escuchado su voz de murmullo triste en una rueda de prensa, para referirse con brevedad a su obra y comentar con amplitud la de algunos colegas de oficio.
Rulfo siempre ha sido parco, como su literatura. Apenas dos libros, Pedro Páramo y El llano en llamas en casi treinta años Lacónico como sus personajes, que viven en medio de la polvareda y la desolación y prefieren callar para dejar hablar a sus muertos.
Ayer me ha incumplido una cita y le ha echado la culpa al cansancio. Esta mañana me ha tirado la puerta en la car. Lo había ido a buscar como me lo pidió. Me lo imaginé dando vueltas en la pieza, acorralado, pensando una nueva evasiva, sin ganas de contestar nada pero temiendo negarse. Ahora ha bajado hasta aquí, a este salón del hotel, donde no tiene escapatoria. Lo veo venir lentamente , sin levantar los pies, con esa apariencia suya de sacristán de pueblo, caminando la procesión de su propio entierro. Se acaba de sentar, pero me da la impresión de querer salir corriendo. Enciende otro cigarrillo, insinúa una sonrisa y, mirando a otro lado, me acusa de "violento", de"presionador". Sobre la mesa una jarra de agua y varios vasos. El licor no ha sido necesario para Rulfo desde hace más de treinta años. Lo dice él y menciona entonces una úlcera gástrica. Después de mi primera pregunta sus manos dejarán de temblar un poco y ya no apretará tanto sus dientes para responder.
---¿Cuándo comenzó a escribir?
----Bueno, yo comencé a escribir realmente a los 18 años. Entonces ya vivía en Ciudad de México. Estaba tan solo que me puse a redactar una novela enorme para desahogarme. Se llamaba El hijo del desaliento pero terminé destruyéndola. El lenguaje era muy retórico y nunca me convenció.
----Pero usted nació en Sayula, Estado de Jalisco y vivió su infancia en San Gabriel. ¿No escribió entonces?
----No. Leía sí bastante en San Gabriel, porque yo no conozco Sayula ni tengo por qué ir allá. Vivía con mi abuela materna en una granja y el cura párroco había dejado allí una pequeña biblioteca a guardar. Mi abuela no leía casi porque era medio analfabeta. Apenas el brevario que recitaba en voz alta y de memoria.
El cura era una especie de censor en el pueblo. Tenía que leer primero los libros para ver si eran buenos o malos. De esa manera parece que levantó su biblioteca y la perdió cuando las tropas del gobierno convirtieron su casa en un cuartel. Pero no guardaba libros religiosos sino literatura de aventuras. Muchos clásicos. Me los leí todos. Hubo uno que me causó mucha impresión: Hambre de Knut Hamsun. Cuando lo leí me dije: "esto es literatura".
----En los años 60 usted buscaba afanosamente sus orígenes, sus antepasados. ¿Qué encontró?
----Puro cascajo. Desenterré las tumbas de mis padres y sólo hallé cascajo. Lo único que me averigüé fue que mi abuelo paterno era abogado y el materno, hacendado. Parece que mi primer antecesor llegó a México por 1790. Venía del del norte de España. Mis padres son del norte de Jalisco. No sé cómo fueron a dar al sur. A mi padre no lo conocí. Y mi madre murió cuando yo tenía ocho años. Me mandaron a un orfanatorio, con unas monjas josefinas francesas. Era una especie de correccional... Después fue que mi abuela me reclamó.
----Usted estudió contabilidad y luego, como a los 15 años, se fue de Ciudad de México. Estudió un poco de leyes y asistió a cursos de literatura. En 1935 trabajó en el Departamento de Inmigración y no salió de allí sino diez años después, para trabajar, creo que con la Goodrich...
----Sí. Yo vendía llantas. Durante casi otros diez años recorrí todo el país como agente viajero de la Goodrich. Eso me dio una panorámica general y personal de México. Después trabajé en la publicidad de la compañía.
----¿Qué le tocaba hacer?
---Anunciar una llanta sin cámara, que se llamaba entonces Sellomática. El público estaba acostumbrado a otra. Le pusieron Sellomática porque tenía un sello interior de hule que taponaba la ponchadura una vez esta se producía.
---Ya había escrito El llano en llamas....
Muchos antes. Desde aquella pequeña novela destruida empecé a ejercitarme para liberarme de tanta retórica, escribiendo en un lenguaje más simple, con personajes más sencillos. Fui a dar al otro lado. Mi primer cuento, "La vida no es muy seria en sus cosas", se publicó en 1942, en una revista de Guadalajara que se llamaba Pan, como la otra obra de Hamsun. Luego hice los demás cuentos que, recopilados, hicieron El llano en llamas, publicado en el 53. Inmediatamente empecé a escribir Pedro Páramo. Lo cierto es que esta novela estuvo en mi cabeza primero que los cuentos, pero no encontraba la atmósfera para desarrollarla. Por eso también escribí los cuentos. Uno de ellos, "Luvina", me dio la clave.
---¿Por qué escribió Pedro Páramo?
----Como le dije, siempre he sido un lector voraz. Un día no encontré entre todos los libros que tenía o que había tenido, la obra que yo quería leer. Quería leer una obra que no había sido escrita. Entonces me puse a escribirla. No había otra forma.
----En "Diles que no me maten, un cuento suyo, usted escribió: "Es algo difícil crecer sabiendo que la cosa de donde podemos agarrarnos para enraizar está muerta". ¿Pensaba en sus padres?
----No, no utilizo nada autobiográfico en mis relatos. No conscientemente. Son hechos no sucedidos, sino imaginados. Aunque no niego que pudieron haber sucedido o que sucederán. En épocas de agitación y violencia, que hubo en la zona donde viví, la muerte era una cosa constante.
----Pero en toda su obra habita la soledad, la necesidad de alguien...
Tal vez la ausencia de mis padres. Quizás sea una búsqueda de aquello que no tuve. Tuve, en cambio, una infancia llena de aislamiento total. Entonces busqué las experiencias de esa niñez, el ambiente más bien, para ubicarme en él. Aunque los pueblos que menciono en mi obra, pueblos que existen, no son en realidad como yo los pinto.
----¿Por qué los muertos en su obra?
----Busco los muertos porque no tienen ni tiempo ni espacio. Ese es un viejo truco literario. Entonces encuentran mucha más libertad para moverse.
---¿Qué es la muerte para Juan Rulfo?
---Pues el fin de la existencia. En realidad los mejicanos se ríen, se burlan de la muerte mientras están vivos. Pero por otra parte le temen. La celebran como si fuera una fiesta y se la comen en calaveras de azúcar. Un sincretismo religioso, mezcla de español e indígena.
----Usted, a partir de 1956, empieza a trabajar con la imagen, escribe guiones y hace adaptaciones para filmes. Inclusive, hace televisión. ¿Encontraba acaso limitaciones en la literatura para expresarse?
-----No. Cuando incursioné en el cine lo hice porque pensé que era un aspecto interesante, otro medio de expresión. Escribí algunos guiones cinematográficos. Una película que se tituló El gallo de oro, luego otra llamada El despojo. Después La fórmula secreta, cuyo título original había sido Coca-Cola en la sangre. Entonces me di cuenta de que el cine era en México una cosa mecánica, con escenarios de cartón. Fíjese que los norteamericanos iban hasta Durango, en México, para filmar allí sus weterns, en escenarios naturales. En cambio, los mexicanos no los utilizaban. Además, el director que conocí resultó un fraude en todo el sentido de la palabra. Hace una semana lo agarraron por tramposo con los estudios Churubusco. Carlos Velo, se llama. Por esas cosas dejé el cine.
----Alguna vez dijo usted que esa película que habían hecho sobre Pedro Páramo era malísima...
----Muy mala. Es que la hizo un biólogo, que no sabía nada de cine. Entonces quiso ser muy original y lo dejó todo en manos de los actores, tambipen muy malos. La segunda versión, hecha por mexicanos, es mejo. Sólo la exhibieron un par de semanas en México. Muy larga. Duraba tres horas. El director, José Bolaños, es el esposo de la actriz principal. Entonces le dedicó más de los debido a la persecución de Susana Sanjuán. Además, Pedro Páramo no es para el cine. El cine literario es un fracaso. Esa transcripción no funciona. Recuerdo que García Márquez, quien estaba trabajando en la adaptación de El gallo de oro, renunció cuando pensó que estaba traicionando el libreto. Fue un acto muy honesto el suyo. Carlos Fuentes lo continuó. Fuentes era un empleado del director.
----Es, junto a Octavio Paz, uno de los gurúes de la literatura en México. Controlan y ordenan sobre ella. Son sus pontífices. Algunos de los cuentos de Fuentes son muy buenos. Es mejor en ellos que en la novela. En esta divaga mucho. Yo he observado su obra. Maneja sus personajes como un ajedrez. Si los dejase en libertad, le resultaría mejor. Quiere meter sus propias ideas, su propia filosofía en ellos. Los traiciona al obligarlos a pensar como él. La muerte de Artemio Cruz me gusta. En Terra nostra le hizo mucha falta la autocrítica.
----Algo que le ha sobrado a usted...
----La autocrítica ha impedido que yo produzca más. Nunca estoy contento con lo que hago. Tengo esa mala costumbre. Pedro Páramo estaba compuesto inicialmente de 300 páginas. Pero había en él divagaciones, elucubraciones mías. Me di cuenta de que no hacían falta. Entonces eliminé todas esas explicaciones y dejé algunos hilos colgando para que el lector colaborara en la lectura y completara la historia, como coautor de la obra. Por eso, para entender a Pedro Páramo uno debe leerla tres veces. La primera parece que no funciona. Se sienten saltos, brincos...
----¿Por qué destruye tanto de lo que escribe?
----Tengo que hacerlo. Uno como escritor sabe cuando algo le satisface o no. Cuando lo que hace le resulta ajeno a su condición. Si el personaje no tiene vida propia, la narración no sirve. A uno le toca es seguir al personaje, sin saber a donde va.
----Pero es un fantasma creado por usted...
----Por mi intuición, quizá.
-----Usted, que revisa y destruye tanto, ¿qué en la intuición?
-----Casi toda mi obra es intuitiva. Es la intuición la que informa si aquello va bien o mal.
-----Y usted se intuye, por supuesto, un buen escritor...
-----No, fijese que no tengo noción de eso. Sigo desconfiado....
----¿De qué?
-----De algunos cuentos que en realidad fueron publicados como relleno del libro El llano en llamas, para darle cuerpo no más. Por ejemplo, yo hubiera eliminado a "Macairo" y una cosa horrible que se llama "La herencia de Matilde Arcángel". Siniestra, esa cosa la tuve que escribir delante de un periodista que me quería publicar a fuerzas un cuento.
----¿Y usted por qué aceptó?
----Por la presión. Se parecía a usted. Insistía en que le entregara una colaboración. Iba a mi casa, se me sentaba al frente y ándele, escribe... Entonces yo le contestaba: "Pues no me dan ganas de escribir". Pero el ahí, todos los días. Tuve que hacerlo, así como saliera, para quitármelo de encima.
----¿Por qué siempre ese silencio, Juan Rulfo? ¿Por qué rechaza tanto las entrevistas?
----En primer lugar no me gusta la publicidad. No me interesa. En segundo lugar, me dan pánico los reportajes. Es que yo soy de chispa retardada. No tengo la agilidad mental que tiene un Carlos Fuentes, un Juan José Arreola. Si usted me hace una pregunta, necesito cuatro, cinco días para contestarla. Yo soy así, le reconozco.
-----Un hombre tímido...
----Sí. Aquí estoy que tiemblo. Aunque pienso que es natural. El trabajo del escritor es un acto de soledad.
----Usted desde hace más de quince años nos viene amenazando con otra novela, que se llamaba o se llama La cordillera. ¿Ya la terminó? ¿Cuándo la hará publicar?
-----La cordillera quedó convertida en cerro. Desapareció definitivamente. La destruí. La tiré a la basura. Ahora estoy preparando una serie de cuentos. Tengo una novela de ochenta páginas y unos diez cuentos de temas variados pero todos en el terreno rural. A mí la ciudad no me dice nada. Llevo 40 años viviendo en Ciudad de México, pero hay en ella muchas ciudades. Todas distintas. No hay posibilidad de concretarse en determinado sitio. Los escritores urbanos que tenemos hablan de sí mismos. A veces no sólo de la casa donde viven, sino de su habitación. Eso convierte la literatura en intimista, personal.
-----Pero, ¿cuándo va a publicar esas obras?
-----No lo sé. Todavía están en esquema. No he tenido tiempo de terminarlas. A la novela no volveré jamás.
-----¿A usted le da miedo escribir?
-----Claro que sí. Le tengo un terror bárbaro a la página en blanco.
----¿Y cómo resuelve ese problema?
----Escribo, digamos, cinco o seis páginas intuitivamente, como vaya saliendo, hasta que encuentro la atmósfera y luego el personaje. Parece una fórmula tonta si se quiere, pero no me siento bien hasta que hallo al personaje. Después es él quien me arrastra. Y lo demás lo elimino.
----Pero, antes de hacerlo, ¿no consulta a un amigo o a un crítico?
----A nadie. Yo mismo sé que mi trabajo en ese caso no es valioso. Mostrarlo a alguien me daría pena.
-----Desde 1962, usted trabaja en el Instituto Indigenista de México, organismo que intenta el rescate de las comunidades primitivas. ¿Tiene esto algo que ver con su obra?
-----No, nada. La antropología social es ajena a la obra literaria. Un terreno muy árido. Yo allí no escribo. Edito lo que escriben los antropólogos. Más de 65 libros publicados. Estoy ahí para sostener una familia. Me ocupa demasiado tiempo.
----¿Por eso tampoco escribe tanto como quisiera?
----Por eso.
----¿No puede vivir de su literatura?
----No. En México vivo aislado de las mafias. Soy su amigo pero no las frecuento. Mi país es muy pobre en el campo literario. La literatura no interesa. Mi generación, por ejemplo, no entendió mi obra. No hay una sola reseña sobre ella. Los pocos críticos literarios que tenemos jamás se ocuparon. Las primeras ediciones de mis libros eran de dos mil ejemplares y yo regalaba mil. Los otros mil tardaban años en venderse. En cambio, en los últimos cinco se han lanzado ediciones de cien mil ejemplares, cada año. En Colombia se han pirateado... Y no puedo vivir de ellos.
----¿Cuantos hijos tiene Juan Rulfo?
----Cuatro. Tres hombres y una mujer. Su madre les ha ha formado el carácter. Son hijos de ella. Yo tan sólo soy su padre. Ya están grandes y es justo que ayuden a tirar de la carreta.
----El amor: ¿qué tiene que ver con su obra?
----Pedro Páramo es la búsqueda de un ideal. En la vida real todos tenemos uno. Las mujeres tienen su príncipe azul. Nosotros una mujer idel que siempre andamos buscando y nunca encontramos. Yo por fortuna ya la encontré.
-----¿Verdad?
-----Sí, a esta edad...
-----¿Vive en México?
-----No. En Tucumán, Argentina.
-----¿Usted va allá o ella viene a México?
-----Yo voy y ella viene. Es quien yo soñé desde chico. De una belleza noble, intemporal. No es bonita, es hermosa. No es de esas que llaman la atención, pero si usted se fija en ella, está íntegra. Parece una ilusión, un personaje de novela. Pero existe. Cuando la vi me dije; Esta es. Y algo muy curioso, ella también respondió.
-----¿Cuándo la conoció?
----Hace unos seis u ocho años en la Argentina.
-----¿Cómo se llama?
-----No puedo decirle más. Creo que la encontré demasiado tarde. Aunque ella dice que no.
----¿Por qué no se la lleva a México o se va usted a vivir a la Argentina?
----Pues, estamos en eso....
----¿Qué es el amor?
-----Ella.
----¿Hubo otras antes?
-----Bueno, mi esposa, al principio. Pero el matrimonio es un crimen. Soportar treinta y dos años a una mujer es criminal. Llegué a ella por amor, pero éste ya ha desaparecido. Uno debería renovar sus amores cada cinco años. El amor eterno a una mujer no existe. Yo, sin embargo, siempre he sido monógamo. Nunca he tenido aventuras amorosas fuera del matrimonio, pero aquí estoy dispuesto a dejarlo todo.
-----¿Hasta qué punto ha incidido su hogar en su trabajo literario?
-----Mi mujer me impedía escribir. Yo lo hacía de noche. Cuando ya llevaba vuelo me decía: "No escribas más, por favor". Después yo dejaba de escribir y entonces ella me decía: ¿Por qué no escribes?"
-----Celos de su oficio....
----Sí. Llegó a odiar mis libros. Sólo los hijos me ataban a esa casa. Ella los parió espaciados, para mantenerme a su lado. Es un operativo que a veces siguen las esposas... Ahora estoy escribiendo en mis ratos de ocio, sin hacer caso a sus protestas y a sus cosas.
----Y este nuevo amor, ¿si lo estimulará a escribir?
-----Ya lo está haciendo....
-----¿Temor a publicar?
-----Temor no. Falta de consistencia en lo que escribo. No tengo tiempo. Necesito calma. Quisiera no encontrar tantos obstáculos.
-----¿Y por qué no los destruye?
-----Porque no tengo quien me jubile, ni quien sostenga a esa bola de fulanos.
Escrito por Heriberto Fiorillo
Tomado de el libro "Nada es mentira. Crónicas y otros textos"
Interesante artículo, Estefania, pero a pesar del titulo del libro queda una sensación de incertidumbre. De todos modos nos permite imaginar a Rulfo sentado frente a su entrevistador, muerto de miedo, pero a la vez tomando del pelo con algunas respuestas
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