Elogio al rompecabezas


      



    En un principio para enseñar geografía, luego, para que la clase alta se divirtiera en los fines de semana, después, para que la clase baja y media se distrajera debido al desempleo que generó la Gran Depresión. Así, hasta que sirviera para todo, para olvidarse del fracaso amoroso, económico o simplemente para tener un motivo de levantarse o no tenerlo. O para ponerse un reto, por ejemplo, armar la reproducción de la obra ‘Convergencia’ del pintor Jackson Pollock, que fue considerado el rompecabezas más difícil en el año 1965.  

      Nosotros elegimos uno de 1.500 piezas y lo armamos en 10 días. La Torre de Babel fue levantándose en nuestro comedor, es decir, que los desayunos, almuerzos y las cenas estuvieron acompañadas por la pintura de Pieter Brueghel, representada en trozos de cartón. Esta fue la segunda vez que lo armamos en casa, hace 7 años no se abría la caja, pero, debido a la cuarentena y a los días extendidos en una alfombra parda, decidimos armar una obra de arte del siglo XVI.

      Mi hermana Ivón es amante de los rompecabezas, desde niña sus manos y sus ojos han merodeado buscando la forma de colocar la ficha correcta en el menor tiempo posible. Ella tiene la certeza de los rompecabezas que han pasado por su vida, al igual que se tiene la certeza de los años cumplidos o las personas amadas. Lo de ella es crear las estrategias en silencio y descubrir con paciencia, sin festejos, tan solo seguir.  A mí me gusta observar su silencio y la fijación en la mirada mientras busca la ficha indicada, también, me gusta decirle que la vida es como armar un rompecabezas, ella me sonríe sin decir nada, porque sabe más de la cuenta sobre eso, hace mucho lo descubrió.

      Papá fue el más entregado. En las mañanas y en las tardes se sentaba en el comedor y siempre avanzaba insistente a pesar de que las piezas se refundieran entre tantas otras. Desde mi escritorio lo observaba rascándose la cabeza, buscando y afirmando que al rompecabezas le faltaban fichas, como diciendo, “hay que llamar a la fábrica y poner la queja”. Hasta que miraba el reloj y en un salto se iba a la cocina a preparar el almuerzo. El sábado en la tarde terminó la mayor parte del rompecabezas, a pesar del dolor de espalda, mientras escuchaba un programa de la Radio Nacional de Colombia en el que pasaron la música de Adriana Lucía y luego la de las Hermanitas Calle.

      La música fue muy importante para avanzar en la construcción en la Torre de Babel. En la noche colocábamos la emisora Javeriana estéreo para oír jazz o el programa de los grandes pianistas de la historia; la concentración fue profunda escuchando sus historias de vida al mismo tiempo en que descubríamos texturas y colores, hasta que pronunciábamos expresiones como estas: “antes las personas eran muy talentosas y cultas, estaban rodeadas de arte”, “sí, debe ser porque no habían tantas distracciones”.  Trascurrida la noche y con los ojos aturdidos, tratando de despegar la vista del comedor, nos íbamos a dormir. Después del desayuno continuábamos, era como una obsesión.

     Mamá terminó el cielo de la pintura de Brueghel antes del desayuno, el gato Bartolo presenció el final. No hizo falta ninguna pieza, pero sí sobró una ficha, quizás es la de repuesto, como las prendas que traen un botón de más o quizás el empacador se le fue otra ficha por alguna razón o nuestra caja es la excepción. Hay que llamar a la fábrica.

        Parece que armar el rompecabezas nos hizo olvidar por instantes la crisis, reímos mucho, nos ayudamos y fuimos constantes hasta llegar al final con el mismo empeño que supone pintar una gran obra. Cuesta desarmarlo, aún nos sentamos a comer observándolo, impresionados por la grandeza de la pintura. No sé cuántos años pasarán para armarlo de nuevo. Queremos buscar el rompecabezas de otra pintura, por ejemplo, una de Débora Arango o de Frederic Leighton. Mi hermana me ha hablado de rompecabezas de tres mil fichas e inclusive más grandes. Eso significa extender miles de fichas por todo el piso, elegir un piso soleado o uno en que aparezca la sombra de la lluvia. Celebrar los cumpleaños, el sexo, las peleas, el amor y el humor, la navidad y la simple cotidianidad entre puzzles de grandes artistas, crecer en medio de fichas, hasta lograr terminar el rompecabezas más grande en el último día de la vejez. ¡Fascinante!

Estefania Almonacid Velosa

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