Cuando bailar es una aventura




Preparación 

Estoy dispuesta a sacarlo a bailar. El grupo Niche canta la historia de una mujer que tiene una vida de telenovela. Los bailadores gritan el coro y en la sonoridad acechan miles de tornados a la vez.

Primera posición 

En las escalinatas lo recuerdo. En un apartamento se escucha una voz femenina que explica lo que está sucediendo en una escena de la televisión. Suena música clásica, luego nadie habla. Un gato merodea, lo detengo para recordarle que no tiene alas. Cuando bailo y me gusta una canción imagino que me rodean plantas y que no puedo tocarlas con mi cuerpo. 

Segunda posición 

El hombre baila como queriendo desaparecer. Sus pasos son delicados, hacen ráfagas de luz con solo mezclarse con la oscuridad. El gran combo empieza a sonar. Me quedo sentada y lo miro bailar. En su estilo veo a otro hombre, me llega un libro al pecho. 

Primer movimiento

Al llegar a casa en la tardes me despojo y preparo la música. El libro que descansa en la mesa lleva por título Un buena ventura. Danzo hasta las 8 y los fragmentos de un niño bailando ballet en la sala de la casa dejan de elevarse por el cuarto. Hace unos días vi su fotografía en la estación del bus. Fernando Montaño aparece desde que supe de su existencia al leer un artículo de un periódico debido al lanzamiento de sus memorias. Lo busqué entre páginas y ansiosa descubrí el equilibro de sus caminos por el mundo, gracias a la fuerza para la entrega. 

Segundo movimiento

En el parque intento levantar mi pierna para sostenerla en el aire o estiro mi cuerpo en dirección horizontal, modo pájaro, pero el temblor me vence. Hay que ser muy fuerte para bailar ballet.  Montaño tiene un cuerpo fuerte, es el mejor bailarín de ballet en Colombia y uno de los mejores en el mundo, pero es su alma el arribo del vuelo. 

Tercera posición

Ese hombre, nacido en el puerto de Buenaventura, se olvidó de la hostilidad cuando en su infancia observó, en el viejo televisor, niños bailando ballet. La noche, las balas fugaces, el miedo. Sin embargo, pudo más la lluvia en la terraza, los paseos, al malecón para observar el océano pacífico en la espera  de una ballena jorobada.  Importó más  el pescado frito y el arroz de coco que preparaba su madre, los bailes en la escuela, el tango y la primera clase de ballet, el comienzo para resolver el acertijo: "Cuando sea grande quiero ser bailarín". La  violencia de un país como Colombia no derribaron al cuerpo imponente. El niño se mantuvo, con todas sus fuerzas, de pie hasta que se hizo adulto. Su corazón intacto.

Cuarta posición

"He estado en los hoteles más lujosos del mundo y nunca he sido tan feliz como cuando era solo un niño al que le gustaba bañarse con la lluvia en la terraza de la casa de Buenaventura".

Tercer movimiento

Fernando Montaño vuelve a desaparecer. El hombre que lo evocó deja de bailar, se despide, se marcha del bar de salsa. Jamás lo volveré a ver.  También desaparezco. 

Cuarto movimiento 

La sutileza del bailarín puede aparecer al caminar, morder una guayaba, aplicarme el labial, susurrar un poema recién aprendido, colocar una canción una y otra vez, sentir cansancio y caer vencida en silencio.  Hay que contar una historia cuando se baila, las escalinatas son un buen lugar para eso. 





Escrito por Estefania Almonacid Velosa. 


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