Bailar como escribiendo una carta de amor

Fotografiar sus botas altas de terciopelo rojo. Subir por sus piernas, verla recostada en los espejos del salón de danzas. Observarla con una cámara, en la danza o en el abrazo con los párpados cerrados.

Sentí por primera vez el azufre, las llamas, el fuego  en la biblioteca Gabriel García Márquez. En primera fila, con una puesta escena que me convirtió en papel celofán. Ella fuerte y masculina, pero tan mujer. Con su mirada de abismo. A Demonia Yeguaza la vi bailar en una mesa de lectura, la vi mover sus nalgas y caderas ante la curiosidad de las personas que visitaban la biblioteca. Todo fue distinto para no olvidarla, para trastocar. Leyó el manifiesto de Pedro Lemebel y terminó de invadir. Aun cuando visito la biblioteca recuerdo el golpe seco de una silla y el estruendo repetitivo de sus botas militares.

Después volví encontrarla en una clase de danza senxual. Trepé por la calle de La Pola, por las escaleras del teatro al aire libre La Media Torta hasta llegar a la Casona de la Danza. El corazón palpitante, me sentía como Jennifer López al inicio de «I’m Glad»Me fijé en Demonia, alta, de lila y rosa. Bailamos moderno y sin descaro, sin miramientos, como bailar a solas.



Antes de comenzar cada pieza musical nos habló de ser indestructibles. Del sentido poderoso de la sensualidad. Conscientes del corazón, las nalgas y las caderas, el caminar. Presente en la seducción de mi propia imagen. 

Tiene el mismo poder de Lemebel. Lo descubrí al cerrar los ojos e imaginar estar bailando en un lugar. Piensa en un lugar anhelado. Elegí un bar de antaño en Cuba. Sentí la efervescencia de mi piel morena en contacto con la orquesta. Cerca de Demonia se está en un espacio seguro para la autenticidad. Ella habla y danza, no sé qué tiene más sabiduría.


Me hizo fuerte, me hizo FANIA y lo comprendí. Estar cerca de ella es como estar cerca de Pedro. Casi no sonríe porque convoca a una meditación. Todo es decisivo. En la primera clase nos retratamos. En la segunda volví a ser la que solo iba al colegio a bailar. En la tercera clase entendí que el caminar seguro hace que una se transforme en una galaxia. La vi cruzar las tablas, yo iba detrás de ella. En la siguiente clase nos disfrazamos de la mujer que nos gustaría ser. Elegí la elasticidad de los años 80. Una mujer de cinema, body, mallas y calentadoras; una mujer que cruza la ciudad nocturna después del trabajo para ir al ensayo.

Hicimos coreografías, modelamos. Detuvo la música. Dijo que se iría a Europa. Ya la veía con su belleza por las calles de París y Berlín. La despedí con la luna en Monserrate.




Me dicen que volverá, me dicen que está en el hospital, que se está recuperando, que pronto la veré. Que ya está bailando de nuevo en Bogotá. No sé. Pero cuando danzo, Demonia Yeguaza aparece y es como estar escribiendo una carta de amor mientras bailo.



EsteFania Almonacid Velosa

Bogotá, Octubre 2023

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