Un encuentro con Diana Uribe



      De ese día quedaron los recuerdos de la Gran Guerra, los pies cansados, la pérdida del almuerzo y la voz sabia de una mujer.  Aquella voz que oía en la radio todos los domingos para escucharla hablar de historias de guerra, civilizaciones y culturas. 


***

      La encontré en uno de los pasillos de la Biblioteca Nacional de Colombia, justo en la exposición de la Primera Guerra Mundial. Eran las 10:00 de la mañana y solo sonaban mis zapatos cafés, mientras merodeaba objetos, manuscritos y periódicos. 

De pronto, escuché una voz gruesa e imponente que lo abarcaba todo. Era Diana Uribe, quien caminaba junto a un muchacho, su asistente de investigación. Al espacio también llegó un hombre encargado de guiar la exposición, que al ver a la historiadora explicó el recorrido con discreto tartamudeo. Sin embargo, Diana lo miró atenta, como el estudiante a su profesor.  Seguro ella ya lo sabía todo de sobra, pero las personas inteligentes escuchan siempre con atención.  

       Diana con su cabello morado, interrumpió al guía con comentarios muy cortos, sin obtener mayor atención. Él la miró perplejo y fijó sus ojos y en sus mejillas pintadas de carmín. 

       —Estoy aquí para preparar el programa radial sobre la Primera Guerra Mundial de este domingo—, dijo la historiadora bogotana. 

        La vi reír mirando las caricaturas de la época y le señaló a su acompañante de investigación cada fecha importante. Todos la seguimos como hipnotizados, no sé en qué momento se vinieron a mi cabeza los recuerdos de cuando tomaba chocolate mientras sintonizaba Caracol Radio, y a la mano tenía el bloc de notas para escribir los fragmentos de sus palabras que servirían para mi clase de sociales en el colegio. 

     Debo confesar que por esta distracción perdí mi atención de lo que dijo, pero no fueron muchos datos porque ella se limitó a mirar y a escuchar sin protagonismo. ¡Qué afortunada era! Sin premeditar, la historiadora más destacada de este país estaba conmigo. Esa voz que hacía retumbar la casa los domingos ahora estaba frente a mí y la percibí tan real, sencilla y juvenil. 


     Llegó el medio día y ella se preparó para marcharse, pero no podía dejarla ir sin decirle lo siguiente:

            —Me siento orgullosa de que una mujer me cuente la historia del mundo en que habito. La llevo escuchando hace mucho tiempo y sus historias fueron la sensación en mi época de colegio. ¡Muchas gracias por esta compañía! —.

      Se lo dije como si fuera la presidenta del club de fans y ante lo dicho ella me transmitió un gesto de nobleza, que rescaté para guardarlo al baúl que iría a la luna. 

           —Te estaré esperando en la Casa de la Historia—. Me respondió.

     Se refería al espacio que ella fundó en febrero del año 2011 en el barrio 'La soledad' en Bogotá, un punto de encuentro para conocer y conversar sobre la cultura y la historia. Pero por falta de recursos la casa dejó de ser física y se convirtió en una gran casa virtual en
www.lacasadelahistoria.com. Un lugar donde se puede encontrar material multimedia para convertirse en un amante de la historia, y claro, para deleitarse con la narración de Diana Uribe. Además, sus programas ya no están en Caracol Radio, pero sus historias siguen con pie firme en el formato de podcast en el siguiente link:  https://www.dianauribe.fm/


***

    Ese viernes salí de la Biblioteca Nacional y me dirigí al Parque de la Independencia a almorzar, pero cuando iba en la segunda cucharada, un perro gigante me acechó y se comió mi almuerzo. ¡Qué horror! Pero no importó haber quedado con hambre.... Conocí a la historiadora y eso fue lo único que importó ese día.  


Estefania Almonacid Velosa




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