El candor de hojalata

     
El historiador de juguetes Néstor Gerardo Nieto. Fotografía por: Estefania Almonacid V. Bogotá. (2019).


      La envoltura del chocolate pinta un cohete y trae de vuelta los recuerdos de quedarse detenida frente a una bailarina que da vueltas en una caja musical, un coche y una muñeca gorda con vestido florido, ese mismo que mamá cosió. También una pista de tren y la envidia de no tener ese juguete. El historiador de corazón, pero ingeniero industrial de profesión, Néstor Gerardo Nieto, sabe que todas esas imágenes nacen en mi mente al contarme su fascinación por los juguetes antiguos. Un pequeño cartel hecho a mano lo antecede todo:

      "Encuentro de coleccionistas de carros de hojalata y plástico de Bogotá. Con estilo y pasión". 

Fotografía tomada por: Estefania Almonacid V. Bogotá. (2019).

       Son cuatro los coleccionistas reunidos en la mañana del domingo en el parque de la Independencia,  hombres de entre 35 y 45 años. Conversan entre ellos, revisan con curiosidad carros y volquetas, y al notar mi presencia preguntan: ¿cuál le gusta más? Elijo el camión naranja, el azul y el carro de bomberos. 

       Algunas personas se acercan con fascinación, señalan los juguetes, se quedan en silencio; las sonrisas y el suspiro son señales de volverse pequeño y sentir.  "Si se da cuenta, parecen  unos  niños", afirma Nestor Nieto para referirse a los coleccionistas que le explican a la gente los atributos de sus carruajes de años pasados.  


Los coleccionistas. Fotografía por: Estefania Almonacid V. Bogotá. (2019).


      Hay galletas, natilla y chocolatinas, parece el ambiente ideal para ingresar al refugio donde los mundos se crean en instantes acogedores.  Huele a azúcar. Uno de los coleccionistas muestra la caja original de unas de las volquetas, está deteriorada pero parece un tesoro recuperado. Néstor Nieto me cuenta que muchas fábricas colombianas de juguetes cerraron en los años 70 y 80 por las reformas económicas y la prohibición de materiales como el metal, por eso marcas como Juguetes Navidad, Búffalo y Tonka desaparecieron. 

      "Muchos pensarán que esto es tan solo basura, pero estos objetos son la nostalgia, el mensaje intacto que nos recuerda que fuimos niños felices, sobre todo felices", afirma 'el historiador' , como lo llaman los demás coleccionistas. Néstor se sonroja, con humildad expresa que no es historiador, que tan solo le gusta leer mucho y contar sus experiencias de vida con los juguetes. 


Volqueta antigua. Fotografía de Estefania Almonacid V. Bogotá. (2019). 

       Imagino que la casa de Nieto tiene juguetes por todas partes. Cuénteme, ¿qué juguetes le regalaba a sus hijos? "A mi hija le regalé montón de juguetes, pero ella los dejó  a un lado, ahora no se despega de la tecnología". Además, añade que "tener un juguete en las manos e inventar alguna diversión significa un enorme trabajo mental, ahora con la tecnología el cerebro se duerme, no es lo mismo,  los juguetes perdieron el sentido",  dice Nieto como aceptando una amarga realidad. 

       Mientras tanto un niño con anteojos gruesos se acerca a la volqueta como si mirara a un dinosaurio. Nieto me dirige sus ojos con un aspecto de querer decir: "Si ve, se lo dije". El adulto que acompaña al niño se acerca y con gesto de emoción confiesa: "Yo jugaba con esto y desde pequeño no los veía". 


Familia que se acerca curiosa. Fotografía por Estefania Almonacid V. Bogotá. (2019).


     Los coleccionistas me dicen: "su taita debió jugar con este tipo de carros", yo asiento con un "seguramente".  Al mismo tiempo, Néstor me nombra personajes, incógnitas y lugares, dejo que me hable hasta poder escalar en los recuerdos. Los coleccionistas recogen y resguardan sus juguetes, reparten los últimos pedazos de natilla, se despiden y se marchan junto a sus familias, son pocos pero se ven poderosos, invencibles, dueños de un corazón de niño. 


Fotografía tomada por Estefania Almonacid V. Bogotá. (2019). 


     Me despido de Néstor Gerardo Nieto, hace un gesto de nobleza, me aconseja que escriba historias que hagan recordar y volver a sentir. Parece que no hay otra forma de escribir y mientras recorro la exposición de David Manzur, en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, imagino la casa de muñecas y la pista de tren que algún día quiero tener; frente a las obras de Manzur me vuelvo pequeña y sonrío con emoción, solo sonrío como antes. 



Escrito por: Estefania Almonacid Velosa 





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